Esta
información ha sido obtenida en el DIARIO DE LEON.
9 DE FEBRERO DE 1.992
Raneros
(Peredilla), Fayuqueros (Llombera) y Noguerales (Nocedo)
son los motes vinculados a la abundancia de estos elementos.
Uno
de los caracteres sobresalientes de la cultura rural -a
veces muy significativo también de la urbana- es
el ensalzamiento del propio pueblo, máxime antaño,
cuando las formas de vida, especialmente físicas,
eran mucho más cerradas. Es abundante la literatura
oral. Baste un ejemplo, oído en Ciñera: <
Mozos de Villasimpliz/ no paséis de La Gotera,/ que
os tocaran los cojones/ los de La Vid y Ciñera».
Una de las fórmulas utilizadas para valorar lo propio
era despreciar lo ajeno. No han cambiado mucho las cosas
en este sentido, porque parece ser razón de pura
naturaleza. Por eso los motes sirvieron en un momento como
apoyo al desprestigio. Después, no hace muchos años,
como simple referencia curiosa, hoy prácticamente
desconocida,
Alfonso García
Los vecinos de Buiza y Folledo mantuvieron desde siglos un
enfrentamiento. Los primeros vendieron a los de Folledo el
pastizal de Las Campas, pagado en cántaras de vino
y azúcar, por lo que los de Buiza recibieron el nombre
de azucareros, sin duda por el que eran más conocidos.
Esta venta dio origen a un pleito que algunos no pensaban
prescrito y que creían encerrado en el arca misteriosa
de Folledo desde la época de Felipe II. Prescrito y
nada misteriosa. Sólo quedo de cierto durante largos
años el enfrentamiento y el mote. Por eso los de Buiza
se encargaron bien de airear los motes de sus vecinos, a los
que se les llamó los de la viga atravesá, atravesaos,
y, sobre todo, turcos.
Los dos primeros motes, sinónimos, le vinieron porque
querían meter en la iglesia una viga atravesada. El
caso de turcos viene de un hecho que ha llegado a través
de muchas generaciones. Un grupo de habitantes de Folledo
fue comisionado por el Concejo para comprar una imagen de
Cristo crucificado. Como les dieron un Cristo «muerto»
y no habían consultado este extremo con el pueblo,
lo pidieron «Vivo», y ellos mismos se encargarían
de matarlo. De ahí el mote de turcos, en doble acepción:
judío, bruto.
Este es, uno de los pocos casos de motes que recoge Francisco
Escobar García en Gordón. "Apuntes para
la historia de un Municipio." (Pág. 310).
No es de extrañar pues, el regocijo de los de Buiza,
al decir:
En Folledo, señores verán
lo nunca visto:
son tan brutos que matan
al mismo Cristo.
Los de Folledo tenían respuesta:
Si en azúcar os pagamos,
os llaman azucareros.
Si supiesen lo del vino,
¿os llamarían vineros?
Borrachos antes y luego.
Lo cierto de cualquier forma, es que los de Buiza recibían
otros dos motes aunque sea lo de azucareros algo así
como el oficial: gitanos y burros. Desconozco la razón
de los dos últimos, aunque, con referencia al segundo,
he oído en muchas ocasiones:
A los que veas con serón
sin duda de Buiza son.
Un hecho histórico con todos los componentes legendarios
que se quiera, fue la razón de estos apodos.
LA
ABUNDANCIA, UNA RAZÓN.
Peredilla
es, sin duda, y por razones debidas a su situación,
el pueblo más desvinculado del resto, excepto Puente
de Alba cuando este perteneció a Gordón (Juan
Sánchez Badiola, Orígenes históricos
de la Tierra de Alba, en Tierras de León, números
79-80, junio-septiembre 1990), y con Nocedo, con cuyos habitantes
mantuvieron en algunos momentos una cierta tensa relación.
Su apodo es “raneros”. Y es que a la entrada
de Peredilla había unos praos que estaban siempre
encharcados y llenos de ranas, que croaban casi de forma
continua. No es de extrañar pues lo del mote.
Los de Llombera fueron conocidos, y en alguna medida lo
son, como los de Tamba, porque en la línea de los
tesoros propios, alardeaban frecuentemente con lo de:
Entre Tamba, Tambica y Tambicón
hay un tesoro que vale más
que la ciudad de León.
Incluso hablaban de otro, en la zona de La
Portilla, que ha de salir:
“a punta de reja
o a resbalón de oveja”.
Este fenómeno, o muy parecido, se da en otros pueblos
de Gordón. Así, María Rodríguez,
de Santa Lucía, me recitó:
“De Peña Cuchillar
a Peña Boracá
hay un tesoro
que se puede sacar
con punta de reja,
con pata de oveja,
con garbo de moza
que se llama Sinforosa”.
Pero los de L1ombera eran conocidos, sobre todo como “fayuqueros”,
por la abundancia de hayas y de sus frutos (hayucos/fayucos),
que comían, en algunos casos, en éste y otros
pueblos de la comarca. No llevaban mal lo del mote. Incluso
lo aprovecharon para jugar lingüísticamente
con él y llamar poéticamente, “animales
de bellota” al resto de los pueblos. Tal se desprende
de los versos de un anónimo alumno de la que fuera
importante Preceptoría de L1ombera, - que necesita
un estudio detenido -, escritos a principios de siglo:
Si por fayas, “fayuqueros”,
y a los que trabajan la camba
llaman todos «camberos»,
y llegan los de Huergas y andan
diciendo que son «gorgueros»,
¿por qué de nombre no cambian
los que se dicen mundanos?
Si viven en el mundo, hermanos,
será su nombre «munderos».
Y si viven de las manos,
habrán de ser muy «maneros»,
que no llamarlos manitas,
pues parecen mariquitas
a pesar de ser muy toreros.
Si nosotros nos decimos,
con mucho honor, “fayuqueros”,
seremos hoy los primeros
en poner orden sin cuento:
como no es nuevo el invento
de que recojáis la bellota,
seremos también los primeros
en llamaros «belloteros».
¿O será mejor, hermanos,
que os llaméis bellotanos?
HAY OTRAS RAZONES
Vega
y Nocedo reciben el mote, compartido por primera vez, de
gallegos, aunque no sean las mismas razones las que lo sustentan.
Eso sí, en el fondo del mismo subyace una intención
claramente despectiva.
Eran gallegos 1os de Vega por ser considerados «tozudos»
por los de Los Barrios y los de La Pola principalmente.
Los primeros no admitían oír decir que el
fundador de su famoso castillo - junto con 1os de Alba y
Arbolio, importante baluarte contra los moros - fuese de
Vega, de la familia de los Tusinos. Los de La Pola tampoco
admitían que Vega fuese la causa del nombre de Gordón
(«Filandón», nº. l12, 28
de febrero de 1988: El "Gordón de Vega").
Unos y otros les decían: «Ni caso, sois unos
gallegos». Creo que ningún mote como este fue
puesto con tanto despecho.
Eran gallegos los de Nocedo pensando más en su aislamiento
que en otra cosa. Los de Peredilla, con quienes guardaban
mayor relación de vecindad, con pros y contras, les
hacían rabiar con el asunto. Una vecina de este pueblo
me decía que recuerda - y el presente se remonta
a principios de los ochenta- que, sin conocer el origen
del mote, les cantaban desde el Camporeto de la ermita mientras
guardaban las vacas:
Los gallegos de Galícia
cuando van de procesión
llevan un gato de santo
y una vieja de pendón.
El recuerdo de esta mujer llega a 1915.
Los de Nocedo, sin embargo, recibieron un segundo mote,
que tiene más que ver con los expuestos en el apartado
anterior. Eran apodados nogueroles, por la abundancia de
nogales, clara razón toponímica de Nocedo/Nucetum
(Vicenta Fernándes Marcos, Los Vegetales en la toponimia
Leonesa, en Tierras de León, números 79-80,
junio-septiembre 1990).
Aunque se les llamó también sardineros - nunca
he llegado al por qué -, los de Huergas fueron conocidos
fundamentalmente como gorgueros. Y es que, según
cuentan, los vecinos de este pueblo se creyeron muy cierta
importancia «importantes» al haber sido «villa
por sí» y tener un buen archivo desde de el
siglo XVI. Esto les hizo pensar que se trataba del pueblo
más importante del municipio. Incluso era el pueblo
que más canciones «típicas» hacía
del ¡Viva! Como ésta:
En la peña del escobio
ha florecido un sardón
con un letrero que dice:
¡Viva Huergas de Gordón!.
Todo ello hace que alguien le buscase el mote de gorgueros
con clara referencia metafórica a la “gorguera”,
ese adorno del cuello, de lienzo plegado y alechugado. Y
además, tenía cierto parecido fonético
con el posible gentilicio vulgar de Huergas.
Parecida actitud de principio tenían los habitantes
de Los Barrios, aunque por distintas razones. La historia
de Gordón estuvo en buena parte ligada a la historia
del castillo de Los Barrios. Esto, unido a su aislamiento,
les dio también ciertos aires. Por eso, como el resto,
insultaban a todos, pero, como única excepción,
se sentían exentos de cualquier tipo de calificativo.
Hasta el punto que eran frecuentes actitudes como ésta:
Los de La Pola son gatos,
Los de Beberino, capones;
Los de Huergas sardineros,
los de Los Barrios... no hay cojones.
Alguien cansado igualmente de esta situación, comenzó
a llamarlos projuros. Y con el mote se quedaron. Detrás
de la palabra, según me apuntan, se escondía
la intención de llamarlos renegados, blasfemos.
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